




Hace 40 años, el 20 de julio de 1969 (madrugada del 21 para España), tres astronautas desembarcaban en la Luna tras un largo viaje de cuatro días. Con este hito, EE UU se adelantaba a la URSS en la carrera espacial que habían mantenido durante aquella década.
Los dos elegidos para hollar el satélite fueron el comandante Neil Armstrong, de 38 años, y Edwin Buzz Aldrin, de 39 años. Uno entró en la historia como el primer ser humano que pisó la Luna y el otro, al menos, dio nombre al personaje de Toy Story Buzz Lightyear. El tercer astronauta de la misión, Michael Collins, de 38 años, quedó relegado a un injusto tercer plano porque no descendió a la superficie y se mantuvo orbitando.
La misión de Collins, aunque pueda parecerlo, no era secundaria. El Apollo 11 estaba diseñado como una nave de tres módulos: el de mando, donde viajaban los astronautas y que estaba pilotado por Collins; el de servicio, que albergaba los motores, el combustible y el oxígeno; y el lunar, conocido como Eagle, que se separaría de los otros cuando el Apollo estuviera en órbita y descendería a la superficie con Armstrong y Aldrin, que era su piloto.
Seguro que aquellos tres astronautas descansaban más tranquilos sabiendo que se había desestimado uno de los planes pensados para llegar a la Luna: el que pretendía dejar un hombre allí sin posibilidad de volver hasta que la tecnología permitiera construir un vehículo para hacerlo; sería abastecido por sondas no tripuladas. En la NASA, aquella fórmula se conocía como la del "pobre abandonado".
La misión de Collins, aunque pueda parecerlo, no era secundaria. El Apollo 11 estaba diseñado como una nave de tres módulos: el de mando, donde viajaban los astronautas y que estaba pilotado por Collins; el de servicio, que albergaba los motores, el combustible y el oxígeno; y el lunar, conocido como Eagle, que se separaría de los otros cuando el Apollo estuviera en órbita y descendería a la superficie con Armstrong y Aldrin, que era su piloto.
Seguro que aquellos tres astronautas descansaban más tranquilos sabiendo que se había desestimado uno de los planes pensados para llegar a la Luna: el que pretendía dejar un hombre allí sin posibilidad de volver hasta que la tecnología permitiera construir un vehículo para hacerlo; sería abastecido por sondas no tripuladas. En la NASA, aquella fórmula se conocía como la del "pobre abandonado".
El mundo entero tenía los ojos puestos en aquellos tres hombres: se calcula que una quinta parte de la población de la Tierra en esa época (600 millones de personas) siguió aquel hito aeroespacial por televisión. Un millón de personas se desplazaron a la costa de Florida para ver el despegue en directo, entre ellos celebridades de la talla de Charles Lindbergh, uno de los grandes artífices de la carrera espacial, Lyndon B. Johnson, o uno de los visionarios de este tipo de viajes, Hermann Oberth.
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